Llevo días planificando el gran momento en el que me pondré a ordenar mis cajones. Debiera ser inconcebible que gran parte de mis preocupaciones se fijen en el hecho de que mi cajón de los pijamas ya no cierra, pero es un hecho. Así que dejando a parte esta superflua confesión, me he concedido el derecho de ir vestida de pijama. No se trata de un pijama party, a menos de que el concepto haya variado mientras estaba fuera. (y en este justo momento es el que aprovecho para deciros que mi desaparición se ha debido a problemas con movistar + adsl = suicidio/ askdjhfRAWWWR)
Puede que hoy no esté en mis cabales o que se me haya pegado el horterismo de pacotilla que lucen famosos cuando sacan a pasear a sus perros, pero al pijama le debemos muchas cosas, pues siempre nos acompaña en nuestros momentos más íntimos.
Pijamas aren't that overrated, girls!